Lejos de las grandes ligas, los mejores sponsors y los contratos multimillonarios se encuentran miles de historias para contar. Jugadores que, desde el lugar que les tocó en suerte, dejan todo para hacer cada día más hermoso el mundo del fútbol, jugarlo y disfrutarlo. Uno de esos casos es el de Eduardo Guevara, delantero de Racing del Quinto Cuartel de Pocito.
Tuvo una infancia muy dura. Cuando los demás chicos jugaban, él trabajaba para ayudar a los suyos. Por eso, asegura convencido, no pudo llegar más lejos. «Empecé en el club cuando tenía 9 años. A los 13 pasé a Aberastain y después a Picón donde estuve hasta los 16. Sin embargo no pude seguir porque se me complicaba para practicar con los demás», comentó en diálogo con La Excusa Deportiva.
«Trabajé desde niño en el campo escardillando con anchada. Andaba en un caballo, con una cultivadora. Por el cansancio que tenía no me daban el cuerpo y el tiempo para entrenar», añadió el hombre de 32 años que, pese a todo no se dio por vencido y continuó jugando, aunque en la liguilla pocitana. «Cuando iba a la escuela, a veces me quedaba dormido en el aula», recordó.
Sacrificado y amante del deporte, en su club no sólo juega: también riega, marca la cancha e incluso pone las redes en los arcos. Todo para que la institución que tanto ama crezca día a día. rega marcar cancha poner las red.
Hincha de River y de su querido Racing, tiene como ídolo a Messi. Eduardo reconoce que su pasión por el fútbol causó varias peleas familiares. «Discutir por ir todos los domingos a la cancha es lo más duro que hay en mi vida», aseguró.
Si bien le hubiera gustado jugar en algún equipo grande, sabe que el sacrificio que hizo se lo dificultó sobremanera.
Él, como tantísimos otros, sabe que el fútbol es mucho más que ese deporte que se ve por tele. Se juega en cada rincón del mundo, siempre con la misma emoción.