Un atleta viajó de Uganda a los JJOO y se fugó en busca de una vida mejor

Los Juegos Olímpicos suelen ser una fuente inagotable de historias conmovedoras y Tokio 2020 no será una excepción. En algunos casos pueden ser muy dolorosas como la de Julius Sekitoleko, un levantador de pesas ugandés de 20 años que se fugó del hotel en el que estaba en busca de una vida mejor de la que tenía en su país. Dejó una nota con los motivos y compró un boleto de tren bala con la intención de no volver más.

Las alarmas se encendieron cuando no se presentó a dejar una muestra para las pruebas PCR en Izumisano, sede de la concentración de su equipo, que a su vez había tenido uno de los primeros positivos de Covid-19. Según fuentes de allí, escribió que no quería regresar por las difíciles condiciones para estar en su país de África Oriental«Trabajar en Japón», pidió.

Sekitoleko, que iba a regresar la semana próxima a su tierra, dejó el hotel sin previo aviso, ni siquiera a sus colegas con quienes había estado la noche anterior, y viajó en ‘shinkansen’ -como se llama al tren bala- hasta Nagoya, a 200 kilómetros. Igualmente, su paradero sigue sin conocerse, según las últimas informaciones de la agencia de noticias Kyodo. También pidió que le devuelvan todas sus pertenencias a su esposa.

Tampoco es la primera vez que pasa. En los Juegos de la Commonwealth 2018 en Australia, cientos de atletas pidieron asilo al Gobierno local tras terminar de competir, algo que fue rechazado. Cuatro años antes, en Escocia, habían desaparecido dos jugadores de rugby ugandeses, quienes sí pudieron quedarse bajo esa condición.

Es que Uganda está entre los 25 más pobres del planeta según datos del FMI, con un ingreso per cápita promedio de apenas 915 dólares al año (unos 161 mil pesos al valor blue). Tiene un tercio de la población en la indigencia (viven con menos de US$1 al día), en condiciones muy dolorosas desde lo sanitario y con altísimas tasas de mortalidad infantil.

Ni hablar de lo educativo. En busca de un futuro digno, solo los hijos de ricos pueden estudiar porque los costos pueden ser hasta cinco meses de sueldo de un trabajador, lo que hace imposible de sostenerlo para una familia normal. En síntesis, vivir en Uganda es un infierno para las mayorías, Ssekitoleko no lo soportó y vio en los Juegos Olímpicos la oportunidad de escapar.

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