Ramiro y Santino, los mellizos que la rompen en la escuelita del Verdinegro

Tenían sólo tres años cuando, como todo niño pequeño, comenzaron a jugar al fútbol. No tardaron mucho en darse cuenta que amaban este deporte y que de alguna u otra manera querían practicarlo siempre. Primero fue con amigos en la calle, luego en el club del Barrio Obrero, después en Sargento Cabral y ahora nada menos que en San Martín.

Ramiro y Santino González son mellizos de 11 años y forman parte de la categoría 2009, su último año de ‘escuelita’. En 2022 empezarán con las divisiones inferiores.

«Habían viajado a Sunchales con Sargento Cabral y se hicieron muy amigos de los chicos de San Martín, después jugaron un campeonato de futsal con ellos y les gustó, hicieron una linda amistad. Entonces hablamos con el profe y le preguntamos sobre la posibilidad de que pudieran jugar en el club. Gracias a Dios los aceptaron, están jugando, muy contentos», contó su mamá, Érica Molina, en diálogo con La Excusa Deportiva.

Ramiro es volante y Santino, arquero. Pese a su corta edad, ya no ven a la pelota como un simple juego sino como algo que quieren seguir haciendo a futuro. «Siempre me dicen que sueñan con jugar en Europa, en Primera. Más allá de que nosotros hacemos mucho hincapié en su educación, me saben responder muy bien. Los dos pertenecen al cuerpo de bandera del colegio y hacen ese esfuerzo para ser el día de mañana buenos futbolistas», agregó la mujer.

Ramiro, fana de River, sueña con ser como Ponzio. Y Santino, enfermo de Boca, quiere ser como Sosa.

«También juegan futsal en el Barrio Obrero por su hermano que pertenece al equipo de la Reserva de ese club. Vienen mamando el futbol desde muy chiquitos. Su papá es arquero. Ellos saben que deben cumplir con sus obligaciones para poder entrenar y poder tener un futuro porque hoy en día, más allá de lo que puedan soñar, tener una buena educación les va a servir muchísimo el día de mañana.

Oriundos de Rawson, Érica no duda a la hora de definir a sus hijos. «Ramiro es un guerrero, es un niño que no da nada por perdido, todo lo lucha el doble y eso lo veo en la cancha cada día que juega. Es compañero, humilde. Santino es tierno, seguro de sí mismo. Cada atacada que hace sale con una sonrisa. Gane o pierda, el es feliz en el arco, siempre me dice que no podría jugar en otro lugar que no sea el arco. Los dos juntos son lo más lindo», concluyó.

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