No fue un día más para Ignacio David González Olivera. Fue volver a su casa, volver a su esencia y volver a los goles. Es que a los 21 años y después de un derrotero de más de 10 años fuera de San Juan y de la vida de Sportivo Peñarol, Nacho sintió que había vuelto a casa. Los dos goles que le marcó a Sansinena en la gélida jornada del Federal A, le devolvieron toda esa confianza que creyó perdida en varios momentos de su sacrificada y anónima carrera como futbolista profesional. Le dieron titularidad en el Bohemio y la aprovechó con su especialidad: goles. Un día inolvidable al que 24 horas después, Nacho repasó con la madurez de un futbolista que ha pasado todas y de todo en esta elección para su vida.
Aquel inicio en la Escuelita del Catita Moreno cuando tenía 6 años fue el primer escalón. Llegó esa prueba de River en esta misma cancha de la calle Tucumán donde gritó los dos goles a Sansinena, y la vida de Nacho González cambió para siempre. Irse a Buenos Aires siendo un niño lo marcó. Aprendió mucho en River, pero el camino lo llevó después a Independiente de Avellaneda donde estuvo hasta la Sexta División. Llegó luego el cambio a Banfield y en el Taladro, la escalera a Primera. De Quinta saltó al plantel de Primera y fue parte de la Copa Argentina y de la Copa Sudamericana, ingresando por Darío Cvitanich en un partido que no se olvida. La bendita pandemia lo trajo de regreso a San Juan por mucho tiempo y apareció en escena el Atlético San Martín. Lo contactó Paulo Ferrari y, de pronto, estaba de vuelta en su tierra, siendo futbolista profesional.
Le debo mucho al Catita Moreno y a las inferiores de los clubes de Buenos Aires».
Nacho González (Peñarol)
‘Fue muy intenso todo. Hoy, con 21 años, repaso lo que viví y es fuerte. Yo empecé con el Catita Moreno y a él le debo muchísimo porque me forjó de niño. Estando en su escuelita, apareció River y fue un cambio tremendo. Salir de San Juan, vivir en Buenos Aires, otra escuela, otra forma de hacer Inferiores, todo junto. Aprendí lo máximo que se podía. Intenté aprovechar cada cosa y el paso por las inferiores de Independiente y de Banfield me ayudaron muchísimo en todo sentido. Especialmente a fortalecerme desde lo mental, sabiendo que nunca hay que entregarse. Se dio lo de San Martín y ahí fue una prueba de fuego. No jugué con Ferrari, después apenas unos minutos con Villalba y entré a dudar. Perdía confianza porque no era lo mismo entrenar que jugar. En San Martín, cuando cambiaron por Antuña insistí en querer jugar y hasta pedí la Primera local. Me ayudó y apareció el interés de Peñarol para darme esa chance de jugar que es la que necesitaba. Fui feliz, lo disfruté y sentí que todo el sacrificio valió la pena. Jugar de entrada, ser importante para el equipo son cosas que me hicieron más que bien’, contó Nacho antes de comenzar el penúltimo entrenamiento en San Juan antes del viaje de este viernes a Bolívar.
Aunque no lo quiso confesar, esperaba un día así como el del triunfo con Sansinena. Con la camiseta que lo acunó de niño, la del viejo Peñarol.
El ADN de Ignacio
Vecino del Barrio 20 de Junio, en Tucumán y Porres, en el corazón de Chimbas, Nacho González disfruta estar en casa en todo sentido. De novio con otra apasionada por el fútbol que lo acompaña en cada desafío, el nuevo goleador de Peñarol sabe que es su momento: ‘Mis viejos vienen a la cancha, saben el sentimiento que es Peñarol y mi novia siempre ha estado apoyándome en cada paso, por eso fue muy lindo el momento que me permitió retribuirles todo lo que me han respaldado’. Metido en lo que es el Federal A, Nacho habló de las diferencias: ‘Es muy físico. Muy duro todo. Demasiada fricción y sin tiempo para nada. Me atendieron de lo lindo los dos centrales pero me quedó como anécdota motivacional lo que me dijo el 9 de ellos (Juan Amieva) que cuando terminó el partido me felicitó. Algo bueno se hizo y sirve para mejorar’.
Fuente: Diario de Cuyo