Escuchar a Maxi Ríos, quien en abril pasado celebró sus 40 años de edad, debería ser una condición insustituible en las escuelas deportivas de San Nicolás. No hay edad, no hay frustración, no hay derrota, ni siquiera pandemia que pueda frenarlo y torcerle la convicción que lo llevó a jugar en el primer nivel del baloncesto argentino y que lo mantiene vigente compitiendo con jóvenes incluso más de 20 años menores que él.
Viejos son los trapos
“Estuvimos un año sin jugar y me tuve que poner a hacer atletismo. Iba a la plaza de la radio a tirar al aro, con amigos, con mi viejo y después empecé a correr con Ludmila Martinez y todos los días hacíamos 20 o 30 kilómetros”, cuenta el campeón en diálogo con “Menú Ejecutivo” (lunes a viernes, de 11 a 14 h, en Radio Noba 102.9). La pandemia no fue excusa para dejar de entrenar en ningún momento y los frutos llegaron: Jáchal se coronó campeón del exigente Torneo Federal luego de transitar invicto el cuadrangular final y vencer en el partido definitorio 87-86 a Pergamino.
“Hoy me tocó ganar a mí, pero hace 8 años que me toca perder”, dice Maxi y explica: “No son cosas que pasan todos los días y encima no sabes cuándo es la última vez que lo vas a vivir, a sentir, asique hay que disfrutarlo al máximo”.
“Fue un esfuerzo enorme y me dije que no se me podía escapar. Esto es mío, me pertenece, asique lo voy a tomar y así fue. Para un deportista conseguir un objetivo así es culminar un año con gran felicidad. No lo podría poner en palabras”.
Jáchal campeón
“Cuando llegué, antes del cuadrangular e incluso durante el cuadrangular pensábamos que estábamos un escalón más debajo de todos esos equipos como Zárate o Pergamino, porque tienen jugadores de Liga Nacional”, confiesa el experimentado escolta. Incluso destaca el momento en el cuál el plantel cambió el chip y se animó a soñar: “Fuimos con una incertidumbre bárbara al cuadrangular final y, si bien uno siempre juega a ganar sabe que es muy difícil y que hay que hacer un partido perfecto. El primer partido contra Zárate lo hicimos, pudimos hacer todo lo que sabemos hacer y se nos dio ese partido. En medio de ese juego nos dimos cuenta que estábamos a la altura de competir contra ellos, recién ahí hicimos el click. Desde ahí en adelante dijimos `no nos para nadie´”.
Conducta y sacrificio mata talento
Las historias de deportistas que con menor talento pero mayor convicción de conducta y sacrificio han logrado grandes hitos y consagraciones, son numerosas. Maxi Ríos no se reconoce como un jugador “talentoso”, aunque si destaca su incansable esfuerzo para haber logrado todo lo que consiguió en una carrera que lo encuentra vigente a sus 40 años, lo cual tampoco es un dato menor:
“Desde chiquito fui así, no es que ahora de grande me pegó la de entrenar. Siempre me quedé a entrenar más tiempo que los otros, porque yo sabía que iba a ser petiso y tampoco soy un jugador talentoso de esos que se pasa la pelota por debajo de las piernas, que tira una faja, de esos vistosos para jugar. Asique sabía que la única forma de llegar era haciéndolo así”.
En relación con esto, recuerda una anécdota con uno de los mejores entrenadores que ha dado el baloncesto nacional: “En Regatas tuve el honor de ser dirigido por Sergio Hernández, y él me decía: `¿Vos querés ser jugador de básquet de verdad? Y yo le decía que si, porque estaba convencido. Y siempre me decía y opinábamos igual: `vos tenés que entrenar más que los demás, porque vos no vas a ser un tipo de 2 metros, con un físico privilegiado´”.
Incluso reconoce que poco tiempo atrás, en San Nicolás, una persona lo frenó y le dijo: “Yo me acuerdo de vos cuando estábamos en el club en verano, a las 2 de la tarde íbamos todos con la malla para la pileta y te veíamos a vos tirando al aro con 40 grados”.
En resumen, Maxi explica que “esto va más allá del resultado, es una filosofía de vida. No significa que gané y ahora me voy a relajar, voy a seguir siendo siempre así y eso no va a cambiar”.
Vale, recontra vale
La alegría llegó desde el estadio de Instituto de Córdoba a cada rincón del pequeño pueblo sanjuanino de Jáchal. Pero el nicoleño no sólo llevó sonrisas hasta allí, sino que también las pintó en los enamorados de la “anaranjada” de Zárate, ya que el segundo ascenso a la Liga Argentina fue para Zárate Básket, equipo en el cual Ríos inició la temporada del Federal y que en pleno desarrollo del certamen decidió cortarlo.
“Me llamó mucho la atención que me cambien, venía jugando bien, con buenos números, siempre trabajaba el doble que todos. Pero bueno son cosas que me tocan vivir, me puse mal esa noche y al otro día salí a correr, limpié la cabeza, limpié el alma y listo. Finalmente volví acá a Jáchal porque conocía el proyecto, sabía cómo se trabaja y es un pueblo muy tranquilo. Llegué, este equipo estaba motivado y empezamos a ganar, ganar y ganar”.
Primero la familia
Los años no vienen solos y, si bien lejos están de sentirse en la capacidad física de ex Quilmes de Mar del Plata, si se notan al escucharlo hablar y reflexionar: “Le agradezco profundamente a mis viejos que siempre me apoyaron a mí y a mis hermanos. Cuando uno arranca con esa base desde la casa, es imposible que vaya mal”.
Al finalizar el partido que le devolvió la posibilidad de levantar una copa y celebrar un ascenso “hicimos una videollamada con mis viejos y mis hermanos, y nos fundimos todos en un `ciberabrazo´. Yo no podía ni hablar porque estaba llorando. Me hubiese encantado que mis viejos estén ahí, porque cuando ascendí con Quilmes de Mar del Plata ellos estaban ahí y lo primero que hice fue abrazarme con ellos y ahora sentía esa necesidad”.
Si bien ver en cancha al “pibe de 40” dice mucho, aún más se puede disfrutar al escuchar la ideología que lo trae al lugar que hoy celebra: “La presión, las frustraciones, son cosas que nos pasan a todos, todos lloramos. La diferencia la hace como salimos de ahí, con resentimiento, con orgullo. Lo importante es la manera. Y yo siempre salgo con trabajo y con positivismo”, sintetizó.
Fuente: Radio Noba.