Un día cualquiera, en un lugar cualquiera, Hernán recibió un llamado que lo cambió todo. Del otro lado del teléfono estaba un representante de jugadores que le prometía llevarlo a otro equipo, pero nunca imaginó que se trataba de Defensa y Justicia. “Yo pensaba en uno del Federal A, como Cipolletti u Olimpo. También de la B Nacional. Pero jamás se me cruzó por la cabeza que fuese uno de Primera División. Cuando me lo dijo no lo podía creer, sentía que algo así no me podía pasar a mí”, expresa Hernán Zuliani sobre cómo su vida empezó a dar un giro inesperado, pero esperado.
Sentado en el gabinete del departamento que alquila con su familia en el barrio UTA, departamento Rawson, el juvenil habla sobre cómo se gestó su pase al Halcón de Varela. Mientras su papá Leonardo lo despide –es colectivero de la Red Tulum- y su mamá prepara el almuerzo, Hernán cuenta que viajó 1.200 kilómetros en colectivo para hacer la prueba en Defensa, que se hospedó en la pensión junto a otros chicos de la Reserva y que entrenó casi una semana completa con el plantel profesional.
“Fue muy loco todo. Me tocó hacer fútbol. No quería equivocarme en nada, no quería errar. Estuve con jugadores en su mayoría muy conocidos, fue un sueño. Hace un tiempo atrás los veía por televisión y de repente el destino me ponía junto a ellos, en el mismo lugar”, cuenta el futbolista desde la puerta de su hogar, casi pasando desapercibido por los vecinos, quienes no imaginan que ese mismo chico en enero estará haciendo la pretemporada con un club de Primera.
Esa semana Zuliani compartió más prácticas con los futbolistas profesionales que con los de Reserva. Le tocó marcar a Francisco Pizzini, uno de los goleadores de Defensa, y también a Franco Paredes: “Marcarlo a Franco era una locura porque lo había visto recientemente contra River y en esos días me tocaba marcarlo a él. Pizzini también. A él no lo conocía en persona y la verdad es que cuando lo vi es todo un crack. Pero yo me tenía que hacer fuerte en mi lugar y tratar de marcarlo de la mejor manera. Siempre firme, sin golpearlo. Algunos duelos gané yo, otros no (risas)”.
Esas prácticas fueron trascendentales para su futuro. Dentro del campo tenía a futbolistas de renombre y experiencia, pero fuera del mismo tenía la mirada atenta del entrenador Sebastián Beccacece. El rosarino fue clave en su arribo. “Mi representante me dijo que él fue quien dio la última palabra para que yo quede en Defensa”, agrega.
Hernán se enteró que había quedado en el equipo y que el mismo DT lo había aprobado pocos días después de la prueba. Fue el 1 de diciembre, mientras almorzaba tallarines con su mamá Andrea y su hermano Enzo, cuando su representante le mandó un mensaje de texto y le comentó la noticia. “Fue un día después de mi cumpleaños. Mi papá estaba trabajando, así que lo llamé. También se lo fui a contar a mis abuelos, que viven al lado de casa. Y ahí se empezaron a enterar todos”, dice.
Su familia fue la primera que se enteró de la noticia y tiene un importante por qué. El defensor creció en el Barrio Patricias Sanjuaninas, en la casa de sus abuelos maternos. Allí fue cuando empezó a dar sus primeros pasos en Sportivo Desamparados, el club del que es hincha y al que le agradece todo. “Siempre estuve cerca de mis afectos. Cuando falleció mi abuela sentía que no podía seguir, pero traté de hacerlo por mis padres. Ellos son quienes me llevaron a entrenar, quienes me veían siempre con una pelota e hicieron hasta lo imposible para comprarme unas zapatillas o unos botines”, reflexiona.
Lo económico siempre fue una dificultad en su carrera futbolística. Hernán estuvo en las inferiores de River, Estudiante y San Lorenzo, pero como no podía costear un alojamiento siempre volvió a San Juan. “Fue una barrera para mí. A veces mis dos papás tenían trabajo, pero otras nos arreglábamos con el sueldo de uno solo. Ahí es cuando empezaban las incomodidades. Por eso estoy agradecido por todo lo que hicieron por mí, por siempre ayudarme. Ahora me toca a mí poder ayudarlos a ellos. Es lo que busco”, expresa Hernán.
Fuente: Tiempo de San Juan