El equipo sanjuanino que fue campeón, pero le arrebataron la corona

Pasaron 56 años de aquella ‘generación dorada’ del básquet sanjuanino que estuvo muy cerca de conquistar un título nacional y que, por culpa de una injusticia, se quedó con las manos vacías. A pesar de la bronca que supieron masticar los integrantes de ese seleccionado modelo, el fenómeno social que representó ese combinado conformado por figuras en su máximo esplendor lo transformaron en una verdadera leyenda del deporte local. 

La conquista de Jáchal BC, que fue campeón y ascendió a la Liga Argentina, algo que ningún otro representativo sanjuanino había logrado, inevitablemente llevó a recordar a los equipos que dejaron una huella, tal y como Lanteri, Inca Huasi y San Juan Básquet. Este último, el más viejo, consiguió lo que otros no pudieron, tuvo al mejor jugador de la historia y desató una fiebre por la disciplina que nunca más se registró. PUBLICIDAD

Corría el 1965 cuando se disputó el Torneo Argentino de Selecciones en la provincia y el anfitrión se había preparado para hacer un buen papel. La figura con la que contaba era Guillermo Riofrío, quien en ese entonces era jugador de la Selección Nacional y era considerado uno de los mejores del continente, en su posición. Incluso, la misma revista ‘El Gráfico’ lo bautizó como ‘el pívot de América’

Leyenda. Guillermo Riofrío, el crack de la Selección Sanjuanina vistiendo la camiseta de Argentina en el Sudamericano de 1968

Si bien los flashes se iban con la estrella y las páginas de los diarios eran colonizadas con su imagen, el equipo tenía nombres de peso como Leoplodo ‘Polo’ Benegas, quien era el capitán, y el propio Ricardo Riofrío, hermano de la figura y un talentoso alero. Con la experiencia de los más grandes y el impulso de los más jóvenes, que también se destacaban en clubes fuera de la provincia, como Dionicio Llarena que rompía el molde en Mendoza, el entrenador Sergio Farías encontró el equilibrio para explotar sus armas al máximo. 

«Era un equipo de primera categoría. Riofrío era algo espectacular, era lo que es Ginóbili ahora en esa época, era algo fuera de serie. Estaba muy bien acompañado con ‘Polo’ Benegas, Ricardo Riofrío que era un estratega extraordinario, Cortéz, Guidi, Torrén, todos eran jugadores de primera línea», destacó uno de los miembros de ese conjunto, Marcos Camargo, quien recordó junto a Tiempo de San Juan aquel team que despertó pasiones. 

Según el protagonista que admitió que fue llevado a la competición de relleno, porque era el más chico y recién daba sus primeros pasos, nunca hubo otro equipo igual, que tuviera tanto talento y llegada con el público. Aseguró que las tribunas del estadio Parque de Mayo estaban repletas de gente en todos los partidos que disputaron y que celebraron con locura la corona que finalmente le arrebataron de las manos. 

Es que la selección sanjuanina, que había entrenado y concentrado varias semanas antes del debut, brilló a lo largo de la competencia frente a las potencias del básquet nacional. Sin embargo, una polémica en un choque decisivo le quitó la ilusión de ser profeta en su tierra.

Pasión de multitudes

Se puede decir que la década del 60 fue la época dorada para el básquet, en una provincia donde la tradición deportiva pasa siempre por el ciclismo, el hockey sobre patines, el fútbol y hasta el vóley. En la antesala del torneo argentino, los partidos de básquet entre clubes se jugaban a cancha llena. Había rivalidad entre los equipos y las hinchadas. «Era muy familiar. Rawson y Estrella tenían una barriada muy linda, se hacían sentir. Era difícil jugar de visitante en esos clubes», comentó entre risas Camargo. 

Fue por ello que, para cuando se albergó la competencia nacional, la gente respondió positivamente colmando las gradas. Además, en ese combinado estaba el representante de cada cuadro y cualquier enemistad que hubiera existido en la afición desapareció. Así, se originó un público apasionado que siguió de cerca a su representativo y estalló de felicidad en cada victoria. 

También el equipo entusiasmaba, ya que en las competiciones anteriores había tenido buenas actuaciones, terminando en los primeros puestos, y los jugadores que se destacaban en el plano nacional y uno de ellos en el internacional tenían la madurez necesaria para dar el gran salto. La prensa, por ello, se mantuvo expectante desde el minuto cero, por lo que sus páginas reflejaron cada novedad en torno al torneo.  

Recorte de Diario de Cuyo, en la previa al inicio del torneo

Incluso, cuando se desató la controversia, mientras las autoridades de la competición se reunían para tomar una decisión, la gente presionó en varias oportunidades para que fallaran a favor de los locales. «La gente estaba muy metida y no quería que le robaran a San Juan», comentó una fuente que fue testigo.

El robo del siglo

Después de entrenar duro para estar física y técnicamente preparado, durante 6 meses, todas las noches, el equipo sanjuanino concentró durante 20 días en un caserón de Av. Libertador, cerca del Parque de Mayo. Con especialistas en el cuerpo técnico al servicio de cada jugador, el combinado llegó al primer día de competición afinado y arrancó con el pie derecho. 

En base a que el equipo tenía al mejor pivot de Sudamérica y que arrastraría marcas, el DT de nacionalidad chilena se enfocó en que el resto de sus jugadores se perfeccionaran en el lanzamiento a distancia. La táctica fue la llave que los condujo al éxito. 

Ganó todos los cruces de la zona que integró, excepto frente a Córdoba, con el que perdió por un tiro libre. «Le ganamos a Buenos Aires, a Santiago del Estero, a Santa Fe, a Misiones y a Capital Federal. Eran potencias, pero San Juan tenía un equipo de primera», recordó Camargo.   

Todo marchaba viento en popa para los sanjuaninos hasta que chocaron con el iceberg porteño. Ante Capital Federal, la Selección protagonizó un parejo enfrentamiento que lo llevó a estar arriba en el tablero por dos puntos, cuando faltaba nada para el final. Un pase interceptado por los rivales y una falta cometida después de que sonara la chicharra desató la polémica en la organización. 

Recorte del diario Tribuna, de 1965

Es que el ganador de ese partido, lideraba la zona y accedía a la final contra Santiago del Estero. Por eso el triunfo era clave. Pero no hubo una resolución, ya que hubo invasión del público, tras el sonido de la chicharra y el encuentro fue suspendido. Pese a las protestas de los porteños, San Juan jugó la final y la ganó. 

Sin embargo, la insistencia y la presión de Capital Federal fue tal que los dirigentes nacionales decidieron declarar incierto el torneo y que ningún equipo fuera declarado campeón. Fue por eso que el conjunto local se quedó con las manos vacías. 

Amargo trago para quienes soñaban levantar un título en casa, con el paso del tiempo, el hecho se volvió anecdótico y a ello lo deja claro otro protagonista que charló con Tiempo de San Juan. Desde las gradas del gimnasio Ambrosini del Palomar, Dionicio Llarena, recordó aquel momento y confesó: «Yo me siento campeón, aunque no nos dieran la copa». 

El ala que jugó infiltrado ese choque, luego de lesionarse en el partido anterior con Buenos Aires, contó que al partido lo llevaban bien hasta que ocurrió la jugada de la polémica, la que revive con lujo de detalles, cual Messi recordando la pelota cruzada y los pocos centímetros que pasó por fuera del arco de Neuer, en la final del mundo contra Alemania.

«Faltaban pocos segundos, íbamos ganando por un doble y tomó el rebote uno de nosotros. En ese entonces no había 24 segundos (posesión), era tener la pelota y guardarla (es decir que no estaban obligados a encestar). Sin embargo, vio que un compañero salió al contraataque y le pasó la pelota. Lamentablemente, el rival cortó el pase, se la dio a su pívot y yo le hice una falta. Ahí nació la disputa, si el fault fue antes o después de la chicharra», expresó. 

Y siguió con la insólita resolución: «Para nosotros fue después, pero el que estaba en la mesa que era de Capital Federal dijo que le había dado un ataque de sordera. Se reunieron en consejo, hubo cosas que se hicieron mal y declararon el campeonato desierto». 

‘Pato’, un emblema del básquet de la UNSJ, orgulloso manifestó: «Yo no me lamento, la copa es copa y está bueno que te reconozcan pero yo me considero un campeón. Aparte, es algo que siempre le digo a mi nieto (actual jugador), vos salís campeón y a la otra semana ya está, tenés que empezar a entrenar de nuevo. El salir campeón es muy efímero, dura poco». 

Campeones en la vida

Tras destacar le trabajo de la dirigencia de la Federación de Básquet en ese momento, Llarena señaló que fueron tratados como héroes desde el comienzo hasta el final. «En todo el trayecto que nos preparamos y luego en competencia, nos acompañaron. Lástima que se perdieron en el tiempo esa clase de dirigencias», sostuvo. 

Para Camargo, la experiencia fue inolvidable. «Fue un lindo momento. Yo era un niño en ese entonces, me enseñaron mucho. El cariño de la gente fue espectacular. Son momentos que no se borran y quedan por siempre en la memoria», cerró. 

Algunos, como los hermanos Riofrío, fallecieron y otros siguen en pie. Aunque no se colgaron una medalla fueron inspiración para muchas generaciones que vinieron después y que, a su modo, intentaron emular lo conseguido. Su historia, en un mundo en el que sólo sirve ganar, invita a la reflexión y a valorar no sólo los triunfos, sino también los procesos y el efecto de los mismos en los fanáticos del deporte. Es que por más cliché que parezca, la frase se impone para cerrar la publicación y es que «lo importante no es ganar, sino competir».  

Fuente: Tiempo de San Juan

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