Por calificados y respetados que son «Los Gladiadores», a la Selección Argentina de handball les ha tocado la zona más difícil de la historia de todos los representativos nacionales desde siempre y en la categoría y el segmento que se busquen en los archivos: juveniles, junior, mayores, damas, caballeros, jamás el sorteo había dispensado jugar su suerte desde el vamos con semejante puñado de colosos.
Argentina tiene que jugar con el equipo emergente de las tres ligas más poderosas del planeta (la alemana, la francesa y la española, en ese orden), más Noruega, dos veces subcampeón del mundo en el lustro último, en ambos casos derrotado con los locales (con Francia en 2017 y Dinamarca en 2019), que además tiene al mejor jugador del momento Sander Sagosen.
Y por si fuera poco, el grupo se completa con Brasil, el más ganable o «ganable», con y sin comillas, tradicional duelo que, a priori, es 50 y 50 en el que, es cierto, a la «albiceleste» últimamente le ha ido muy bien.
Pero incluso ganándole a Brasil sería insuficiente merodear medalla o diploma si no se diera un golpe descomunal con Alemania, Francia o España, esto es, una versión corregida y aumentada del célebre batacazo dado contra Croacia en el Mundial último.
Eso sí, nadie gana o pierde en la víspera y en el riesgo está la recompensa: de vencer a Brasil o alguno de los tres cucos astrales se abre la puerta de cuartos de final frente a oponentes consistentes pero accesibles en una noche de flaquezas: Portugal, Suecia, Egipto.
(Las chicas, en cambio, quedaron afuera al perder con Brasil en Lima y asimismo cayeron en un preolímpico con España y Suecia.
Sin embargo, el entrenador español Manuel Cadenas entrevé en las páginas luminosas no tan lejanas; por caso, en la clasificación de los Juegos de 2023, posteriores a los Juegos Odesur de Asunción en 2022.
Pero volvamos a los varones en los Juegos de Tokio que comenzarán el viernes 23 de julio próximo.
«Los Gladiadores» llegan de forma estupenda, estimulados por el precedente de un gran Mundial que, como ya fue consignado, consumó su página cumbre ante el balcánico monstruo croata, subcampeón de Europa.
En el arco, Leo Maciel, flamante incorporación del Barcelona, formación hegemónica de España que ha hilvanado diez títulos consecutivos y vencedor de la Champions.
(Se trata, a todas luces, de una de las transferencias más trascendentes de la historia del handball nacional. En 2008 había sido Eric Gull el que había vestido l casaca blaugrana).
Diego Simonet, el crack de cracks, sueña con su juego olímpico, anhelo sostenido por un estado de forma del que careció en el desdichado Río 2016 por una rodilla averiada.
Con Simonet en vena, bien podría soñarse en grande: el «Chino» es el virtuoso emblema del Montpellier (subcampeón del PSG de los petrodólares), el Rey de Francia.
Federico Pizarro, por su lado, viene de jugar una muy buena temporada en la Liga de España (en el Cuenca, candidateado como mejor lateral derecho), más Lucas Moscariello, un pívot que rayó a gran altura en el Mundial y, de hecho, ya fue captado para ser el socio de Diego Simonet en el Montpellier.
Después, un grupo de jóvenes, cómodos, airosos y rendidores en lo que se da en llamar «jugadores de rol», esto es, humildad, preparación a conciencia, entendimiento y un compromiso a prueba de las fraguas más exigentes.
¿Qué valor supremo llevarán la Selección Argentina de Handball a los Juegos Olímpicos de Tokio?
Un supremo intangible más real que la propia realidad: un gran equipo es algo infinitamente más complejo que una gran plantilla. Es también enfoque, juramentación, esfuerzos repartidos y sed de gloria, todo eso que «Los Gladiadores» han ostentado y sueñan con ostentar en Tokio cuando se termine el tiempo de las palabras y la pelota número 3 pase de mano en mano.