Mucho más que una pasión, es un estilo de vida, una forma de sentir. Una manera de hacer que el corazón se acelere. No hay razón, sólo amor. Ganas de entrenar, ponerse los botines y salir a la cancha. Así es como Karina Bravo vive el fútbol. Hasta lo lleva tatuado. Y si bien actualmente está en una pausa obligada, tiene pensado retomar en cuanto su trabajo se lo permita.
Oriunda de Albardón, comenzó a jugar cuando tenía 15 años. Una lesión en las rodillas complicó su panorama, pero no se detuvo. Por eso, a los 20 regresó con más fuerzas que nunca. “Jugué en varios equipos de del departamento, y hasta antes de la pandemia jugué para Albardón en el torneo de la Liga Sanjuanina. Todo comenzó como un pasatiempo. Cuando se podía nos juntábamos con unas amigas y hacíamos partidos con otros equipos, todo para divertirnos”, contó la joven en diálogo con La Excusa Deportiva.
Karina explicó que después dejó de ser sólo un juego y pasó a tomarlo con mayor seriedad y concentración. “Integré el primer seleccionado femenino de la Liga de Fútbol Albardón – Angaco. Competimos en un torneo provincial y uno nacional», agregó esta fanática de River.
¿Y qué es la pelota para ella? «Lo que me hace feliz», contestó con simpleza y sinceridad. «Ir a la cancha a cubrir un partido, jugarlo o ver uno por tele… Me da felicidad. Más allá de las emociones que pueda generar cuando uno juega… Al final me siento feliz», sostuvo.
Con 30 años, juega de volante o defensora, según el equipo lo necesite. «Siempre trato de sumar y de cumplir con lo que el técnico me pida».
Sin embargo, para Karina no todo gira en torno al fútbol ya que hace unos años descubrió el handball, su segunda pasión. «Soy arquera en ADA. Ahí empecé por una amiga. Siempre cumplí con los entrenamientos y partidos de ambos deportes. Antes del parate pude retomar handball, fútbol aún no porque me dan los horarios por mi laburo», concluyó.