El análisis de Don Nino

– A qué hora hay que ir? Llevo la coca?

Don Nino, con su chaqueta bordó y la infaltable Bic atrapada con la oreja derecha, me hace la pregunta mientras me mira por encima del marco de los anteojos. La sonrisa que pretende ser cómplice, no hace más que agudizar el dolor, como si me revolviera las tripas con una cuchara.

– No hay adonde ir. Son para pagar una apuesta.

– Perdiste 6 botellas de fernet? Le apostaste a San Martín contra Boca? Decime que es una joda!

– Qué joda?! Esta vez me tocó perder, pero sabe cuántas me hizo ganar San Martín?

Las estanterías enormes, con mucho polvo, abarrotadas de botellas y latas de toda índole, de dudosa fecha de vencimiento vigente, parecen respaldar a Nino, que transforma la anterior sonrisa simpática, en una un tanto sarcástica.

– No muchas, seguro!

– Siga jodiendo, y voy y le compro el fernet a los chinos.

– No seas cabrón! Te voy a hacer precio por la caja cerrada.

Toma la calculadora, y mientras presiona las teclas, se escucha ese inconfundible sonido que es exactamente el mismo en todas las calculadora. Seguro que la compró en lo de los chinos.

– Te dejo la botella a $195. Seis… por… ciento noventa y cinco… $1.170, Sanjua.

Debe haberme visto la cara de insatisfacción, porque de inmediato, y mientras ejecuta un rápido movimiento de ida y vuelta del dedo índice sobre la humedad que se encuentra exactamente debajo de las fosas nasales, me concede:

– Te lo dejo a 186 mangos… Serían… $1.116. $1.115 no más, para no renegar con las moneditas! Pero no le digas a nadie, y no pienses que voy a mantener este precio la próxima vez.

Ahora sí, quedo satisfecho, si es que puedo estarlo después de pagar más de una luca en fernet, que ni siquiera sé si voy a poder disfrutar en parte.

Mientras espera que le pague, y se seca el dedo en el pantalón, Nino intenta suavizarme el trago amargo:

– Igual, no jugaron mal. Tuvieron mala suerte, y Boca está en un buen momento.

– …

Le entrego $1.120, esperando que termine esta conversación.

-Bah, mala suerte. La verdad es que les podrían haber hecho un par más. Si no era por el arquero… cómo es que se llama?

-Ardente

-Ese! Es bueno! Tapó un montón! Le faltó un poco de decisión para salir a atorar en el gol de Wanchope, pero bien igual!

– …

-Aunque si iba a atorar como en el de Pavón, mejor que hiciera lo que hizo.

Se demora buscando algo en la caja.

-No tenés $15? – me pregunta

-No Nino, no tengo.

-Hoy no vi ningún billete de $5. Debe ser porque en el de $5 está San Martín! Jajaja!!!

La humorada me cae como un balde de agua fría. Me contengo las ganas de mandarlo a la mierda. En la puta vida lo cargué a Nino con el fútbol (siendo él hincha de Instituto, tuve sobradas ocasiones de hacerlo), y hoy me lo tengo que fumar. Él ni se percata, y vuelve a la carga:

-Igual, sacó un montón el arquero. El problema es que le llegaron bastante a ustedes. Se abría mucho la defensa. En el tercer gol de ellos, se ve clarito como los 2 centrales van sobre Tevez, y le dejaron el callejón totalmente libre al uruguayo que entró a empujarla.

A esta altura, Nino ya ni se acuerda de que tiene que buscar el vuelto. O lo evita, para impedir que me vaya. Evidentemente, tiene mucho análisis para compartir.

-Pero la culpa no es de la defensa. El problema es del planteo. Porque ahora todos los noticieros de Buenos Aires dicen que lo de San Martín fue muy valiente. Y lo ensalzan, pero para alentar que vayan más equipos a jugarle de esa manera a Boca. Pero como yo veo el fútbol, sanjua, más que valiente yo diría que fue ingenuo o inocente! Tendría que haber metido las 2 primeras líneas más cerca del arquero, y resignar poder ofensivo, pero dificultarle el juego a Boca! Es lo que hubiera hecho cualquier equipo chico que va a la Bombonera o al Monumental!

Me quedo mirándolo, incrédulo. Me está provocando???

-Porque entiendo el planteo si vienen a jugar con estos cagones de Talleres o Belgrano, pero allá es otra cosa. Además, ellos tienen arreglados a los árbitros! O no viste el orsai que no cobraron en el primer gol?!?!

Sin mucho entusiasmo, acepto la tregua que me ofrece.

-Sí, pero igual. El árbitro no incidió.

-No incidió? No sé, eh! Porque si no te cobra el primer gol, por ahí el primer tiempo termina 1 a 1. O quizás si pasaban los minutos y Boca no hacía el gol, se iban a empezar a poner nerviosos. Y ahí las oportunidades para ustedes iban a aparecer, eh! Y por ahí las aprovechaban! Quien te dice?!?! – se envalentona – Y así, quizás, podrían haberse puesto en ventaja ustedes, y ahí definitivamente se les hubiesen abierto los espacios, que con el gringo ese que tienen arriba en racha, alguna más iba a entrar!

A esta altura, el vuelto me chupa un huevo. Me quiero ir.

-Fijate que en una sola que se le escapó a Magallán, la mandó a guardar. Está en llamas! Y si no lo metía el pendejo ese, el uruguayo que entró en el segundo tiempo lo hacía. Qué jugadononón se mandó en el segundo gol!

-Sí, Nino. Sí.

-O algo se le iba a ocurrir al viejito ese que tienen en la mitad de la cancha. Cómo es? Ese que jugaba en Racing.

-El Pampa Gelabert

-Ese! Distribuye el viejtio, eh?! Eso sí, no lo manden a cabecear! Jajaja!!!

Uh!!! La puta que te parió!!! Me terminaste de inflar los huevos, Nino!

-No. Hablando en serio. Si lo pensás bien, lo podrían haber ganado al partido. O empatado.

Y sí!

-Pero lo perdieron. Que se la va a hacer! Una pena!

El gesto adusto, solemne de Don Nino, intenta mostrarse comprensivo con el dolor ajeno. La lengua no:

-Bah, para el que te ganó el fernet, no es una pena…!!!

Viejo conchudo, y la puta que te parió!

-…y para mí tampoco, que lo estoy vendiendo! JUAAAAAAAAAAAAAAAAAAA!!!

Ambas manos sobre el mostrador. El cuerpo erguido por sobre éste, me acercaba su rostro desencajado por la carcajada. En esa cara, había una jeta abierta. Muy abierta. Y parecía que no se cerraría jamás, dando lugar por toda la eternidad a esa última e infinita “A”. Los ojos celestes, hinchados, petrificados, no desentonaban en el gesto.

La última vez que odié a alguien, al punto de querer golpearlo, fue al Flaco Ávila en el comedor del Palomar, cuando me afanó el único bollito de pan que tenía para acompañar esos ñoquis con bolognesa que me había traído de casa en un tupper, y que chorreaban salsa por los 4 costados. Ni ante el choreo de Delfino contra el San Lorenzo de Caruso Lombardi había sentido tamaña indignación. En ese estado, y clavándole la vista en sus ojos, le tiro ofuscado, entre dientes y con suma firmeza:

-Pero porqué no te vas a cagar? La puta madre que te re mil re parió!!!

Evidentemente, Don Nino no se esperaba esa reacción. Uno, dos, tres segundos pasaron, hasta que recobró la postura, y el gesto adusto. Una nueva pausa, mirándome a los ojos, para ver si encontraba alguna señal que le indicara que mi enojo no era sincero. No la encuentra.

Inmediatamente, soy consciente de las consecuencias de mi ira. Arrepentido por mi reacción desmedida, me invade la vergüenza, y bajo la mirada evitando cruzarla con la de Don Nino.

En el más absoluto silencio tomo la caja de 6 botellas de fernet, bien de abajo para que no se desfonde. Giro y encaro hacia la puerta de salida. Dos pasos, y me freno. Vuelvo a girar sobre mí, y en un intento por reivindicarme, le suelto:

-Perdón Don Nino. Se me salió la cadena. Hubiese querido no faltarle el respeto.

Vuelvo a girar, ahora sí, dispuesto a salir del recinto. Al llegar a la puerta, y en el preciso momento en que intento abrirme paso, separando las tiras de la cortina con el codo, siento la voz de Don Nino, como un bálsamo, que me llama.

-Esperá Sanjua. Vení.

Dicen que las grandes personas, tienen grandes gestos en los momentos oportunos. En ese instante, creí reconocer uno de estos. Me acerco nuevamente al mostrador, mirando atentamente el rostro de Don Nino. En él se adivina pesar. Ese que acompaña toda vez que se ha tomado la determinación de obrar correctamente, con convicción. Me acerco hasta quedar a esa distancia unívoca, que antecede el encuentro de dos hombres que están a punto de estrecharse en un abrazo. Inmediatamente después, Don Nino toma la iniciativa, extendiéndome la mano con el puño cerrado, como invitándome a que le acepte una ofrenda. Extrañado, extiendo la palma de mi mano, y al tiempo que deja caer cinco caramelos alka de cereza sobre ésta, escucho:

-Tomá el vuelto. No tengo cambio.

Mientras que no hay ironía en su voz, con la otra mano me señala la puerta de salida.

Me voy de la despensa con el pesar causado por la vergüenza por mi reacción desmedida, por la decepción por la reconciliación que no fue, y sobre todo, por el hecho de que me hayan cobrado $1 por cada uno de esos caramelos de mierda.

 

Por Esepé

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