Solo con llegar a los Juegos Olímpicos, a Agustín Vernice se le cumplió lo que soñaba desde los 12 años, cuando alquiló un kayak a escondidas de su madre Claudia y empezó el camino en el canotaje de velocidad, un deporte que lo atrapó. Pero le faltaba llevarse algo más que el bote en la vuelta a Argentina, y tendrá un diploma olímpico en la valija tras ser finalista en la categoría K1 de 1000 metros.
Nacido en Bahía Blanca pero criado en Olavarría, el arroyo Tapalqué es lugar de entrenamiento cuando no está en el Tigre, donde se radicó. Las condiciones allí distan mucho de las que hay en el canal Sea Forest, la sede en la que logró cumplir su anhelo desde que arrancó a competir a los 12. Él, incluso, junta montones de basura cada vez que sale a entrenarse por allí.
«Estoy un poco caliente. Veníamos en busca de más, aunque conseguir la final es un gran logro y consideraba que ese era el objetivo«, analizó en el diálogo con TyC Sports en Tokio, minutos después de terminado el esfuerzo mayúsculo que lo llevó al 8° puesto de la final. Fuera de ello, no ocultó para nada la alegría. «Ojalá que esto sirva a los demás para saber que solo se necesitan convicción, trabajo duro y ganas»«, agregó.
Con 26 años recién cumplidos en julio -a poco de viajar-, tiene en su palmarés el bicampeonato en Lima 2019 (K1 y K2, ambos de 1000m), pero había valorado en una nota con La Nación que «llegar a una final del mundo (en este caso olímpica, equivalente) puede ser igual de meritorio que una medalla panamericana». Más todavía después de 15 meses sin competir ante la pandemia.
Esto, según explica el propio palista argentino, se da por el nivel que presentan sus colegas europeos: no es casualidad que de allí provengan cinco de los siete que compartieron agua con quien había puesto a la bandera argentina en dos de las tres últimas definiciones globales, además de ser campeón del mundo Sub-23 en 2017.
Entrenarse a triple o cuádruple turno con frío, calor, sol o lluvia y sin parar de lunes a sábado, tuvo su premio para Vernice en Tokio. Ahora será tiempo de renovar el sueño con destino a las aguas de Vaires-sur-Marne, la sede para París 2024. Y por qué no, de sí poder subirse allí a algún escalón del podio.
Fuente: TyC Sports