La consagración de Olimpia en el Torneo Oficial 2025 del hockey sobre patines sanjuanino no fue un festejo más. El equipo celebró un título que se definió en un partido infartante ante Hispano, igualado 4 a 4 en el alargue y resuelto recién en los penales por 2–1. En medio del desahogo, un nombre volvió a ocupar el centro de la escena: Federico Carrión, referente, capitán y uno de los grandes símbolos del club.
A los 42 años, Carrión protagonizó una temporada que él mismo define como “durísima” y “larguísima”, marcada por múltiples competencias: Mundial de Clubes, Super 8, Liga Nacional y el campeonato local. “Ha sido un año muy duro… un proceso muy largo porque hemos tenido muchos campeonatos”, reconoce. La frase resume el desgaste deportivo y emocional que acumuló el plantel.
Pero también explica por qué este título tiene un valor especial. “Poder terminar el año de la mejor manera ha sido muy importante, tanto en lo grupal como en lo institucional. Veníamos de varios golpes y esto nos hacía falta”, afirma Carrión, quien no oculta que esta consagración lo toca más de cerca que otras: “Estamos en la recta final… festejar títulos a esta edad se valora mucho más”.
Un futuro abierto y una decisión difícil
La entrevista deja entrever un punto que sobrevuela el ambiente del hockey: ¿seguirá Carrión en 2026? El propio jugador lo admite sin rodeos: “En principio creo que este es el último”. Y aunque los dirigentes lo quieren retener, él pide tiempo.
Tras un año “muy largo” y una agenda que incluye gimnasio, nutricionista, psicólogo, entrenamientos diarios, su familia y su trabajo en un banco, la exigencia se hace sentir. “Necesito despejar un poco la cabeza, sacar la cabeza del hockey unos días y después volver a charlar”, explica.
Sin embargo, el campeonato obtenido podría alterar sus planes. “Eso es lo que te tira… cuando salís campeón sabés que el año que viene jugás todo de nuevo. Te dan ganas, te exige más”. La frase resume su dilema: retirarse en la cima o apostar por un año más.
Incluso reconoce que la decisión no depende solo de él: “A ver si en casa me dejan un añito más”, dice entre risas, haciendo referencia a la “aduana interna” que representa su familia.
Una vida organizada alrededor del hockey
En la charla, Carrión también describe su rutina diaria, que explica por qué el desgaste pesa. “Mi casa pasa a ser para cambiarme y dormir un rato”, relata. Entre el trabajo en el banco, el traslado de sus hijos al colegio, el gimnasio, el psicólogo, la nutricionista y los entrenamientos, los días se vuelven maratonianos. Su esposa, Cintia, y sus hijos, Tiziano (16) y Olivia (8), sostienen la logística y el espíritu familiar.
Su hijo mayor, de hecho, ya empieza a acercarse a Primera, algo que también entra en sus cálculos cuando piensa en continuar: “Eso es lindo. Aguantamos un poquito y lo esperamos a que llegue”.
El penal del campeonato
Uno de los momentos más íntimos y reveladores del diálogo es su relato del penal que convirtió en la definición. Carrión volvió a mostrar frialdad en una situación límite, pero él mismo explica todo lo que había detrás.
“En los penales te tiene que acompañar un poquito la suerte. Se entrenan mucho, pero también hay suerte”, dice. Y mientras camina hacia la bocha, pasan por su cabeza el trabajo psicológico, la respiración, el control de tensiones… y también las renuncias del año: “La familia, los amigos, los asados que no fuiste, los cumpleaños que te perdiste”.
Ese penal, y la explosión posterior, condensan un proceso completo. No es solo técnica. Es vida cotidiana, sacrificio y compromiso.
Un legado en marcha
Más allá de lo personal, Carrión subraya que el título es colectivo: “Esto arranca desde la dirigencia, el cuerpo técnico y todos los jugadores. Los chicos de inferiores que se sumaron fueron importantísimos”. Agradece al club, a sus compañeros y a su familia, consciente de que —siga o no— su legado ya está afirmado.