Thomas Van Der Platsen protagonizó la imagen más dura de la jornada del pasado martes y quizás la de todos los Juegos Olímpicos de Tokio 2020. El atleta belga sufrió una dura caída durante el decatlón y se retiró del estadio en silla de ruedas.
Su día de competencia comenzó con un cuarto lugar en la prueba de los 100 metros llanos. Luego de la carrera, comenzó a sentir molestias musculares en su pierna derecha. Pero el deportista de 30 años no sabe lo que es darse por vencido y decidió no bajarse de la prueba de salto en largo.
Aunque lo que ocurrió después indicó que no fue una buena idea: antes de saltar se dobló el tobilo y cayó sobre el cajón de arena de manera brusca. En ese momento se encendieron las alarmas porque no podía pararse.
Finalmente, Van Der Platsen rodó hacia afuera del foso y fue atendido por los médicos, antes de tener que ser retirado en sillas de ruedas del estadio.
Horas más tarde, su equipo confirmó que había sufrido una «grave lesión en los esquiotibiales», que le puso fin a su participación en Tokio y por la que deberá una nueva dura recuperación.
Consagración, doping y lucha contra el cáncer
Pero el Belga tiene experiencia en levantarse, incluso en circunstancia mucho más duras. Un ejemplo de eso son las medallas de oros que consiguió en 2015 y 2016, luego de un falso positivo de doping y superar el cáncer.
Thomas el 24 de diciembre de 1990 en la ciudad belga de Gante y su nombre irrumpió en el atletismo en el 2014, cuando debutó en la prueba de heptatlón del Mundial indoor de Sopot, Polonia. Con tan sólo 23 años consiguió la medalla de bronce, pero semanas más tarde toda la gloria conseguida parecía desmoronarse.
En una carta le informaron que le retiraban la presea porque había dado positivo en un control antidoping. La prueba había mostrado niveles elevados de la hormona HCG (normalmente segregada por las mujeres durante el embarazo y suele dar indicio de dopaje en los atletas hombres).
Y como si no fuera suficiente, la prensa de su país comenzó a tratarlo de «tramposo». Pero Thomas estaba seguro de que no consumió ninguna sustancia prohibida, consultó al médico por los resultados que arrojó la prueba y el diágnostico fue aún más doloroso: tenía cáncer testicular.
«Fue muy doloroso. Que me pusieran en la hoguera con tan poca antelación, cuando no podía defenderme, estuvo totalmente mal», comentó años después.
Su familia se derrumbó. El padre del atleta había fallecido tres años antes por un cáncer, en este caso de páncreas. Su hermano y entrenador, como confesaría más tarde, creyó que la prometedora carrera de Thomas finalizaba ahí mismo.
Pero Van der Plaetsen tuvo otros planes. Decidió no rendirse y fue operado de urgencia para extirparle el tumor, y comenzó el proceso de quimioterapia. Y mientras tanto, cuando pudo, siguió entrenando para regresar a la élite del atletismo.
Su hermano Michael contó que la quimio lo debilitó tanto, que cuando intentó volver a entrenar, terminaba exhausto tras un simple calentamiento. Pero Thomas nunca bajó los brazos.
En noviembre de ese mismo año, los médicos le informaron que el tratamiento había funcionado. Y además de enfocarse en volver a ponerse a punto fisícamente, creó junto a su familia la fundación Back on Track, dedicada a recaudar dinero para programas de tratamiento contra el cáncer y ayudar a las personas que sufren esa enfermedad.