“Estuve en terapia intensiva por una infección. La pasé muy mal y me decían que no iba a volver a jugar al voley”. Dentro de la pileta de Obras, donde creció jugando desde los seis años, y con la medalla de bronce en su pecho, Bruno Lima recuerda la vez que le ganó a la muerte. Fue en 2014, cuando un extraño virus lo dejó en grave estado por un mes. Los médicos le habían dicho que por casi dos años no podía volver a entrenar, sin embargo, todo un “cabeza dura”, regresó a las canchas cuatro meses después. “Nunca se me cruzó por la cabeza dejar el voley”, dice hoy el medallista olímpico.
En medio de la euforia por la medalla de bronce conseguida en los Juegos Olímpicos de Tokio, la primera para él y la segunda para San Juan y el vóley argentino, el sanjuanino viaja al pasado y recuerda aquel duro momento que le tocó atravesar en medio de su primera convocatoria a la Selección Mayor. “Ese problema de salud me dejó en terapia. Bajé 15 kilos y me costó volver. Todos me decían que iba a ser complicado regresar a la actividad, pero volví a los cuatro meses. El vóley es lo que quería, mi sueño, y le di para adelante”, señala.
Bruno cuenta que estuvo internado en grave estado aproximadamente un mes. Que el día que se despertó seguía con dolores y que los médicos le habían dicho que esperara al menos y año y medio para regresar a las canchas. Dice que aquel incidente fue un antes y un después en su vida. “Luego del alta, esa piedra que me puso la vida me ayudó mucho a crecer como persona y pensar cada vez más en lo que significa la vida misma, sobre todo para afrontar ciertas situaciones”, agrega.
La fortaleza es una de sus característica. Bruno es un joven que se sobrepone a todo, a aquella dramática situación en una cama de hospital y también, a lo que vino después: la exigencia del deporte profesional, los viajes, fiestas y cumpleaños lejos de la familia. “Es duro, pero la vida del deportista no es muy larga y hay que aprovechar los momentos donde te va bien, hay que aguantar. A veces te agarran crisis porque extrañas, pero esto es así y hay que ir siempre para adelante”, dice el jugador.
Ahora Lima disfruta de sus últimas horas en San Juan, después de un viaje relámpago a sus raíces tras lograr la medalla en Tokio. Llegó el miércoles pasado, después de cumplir los 7 días de aislamiento en Buenos Aires, y este martes debe sumarse a la Selección Argentina para disputar el Sudamericano en Colombia. “Mi vida está en unas valijas. Así es el voleibol profesional y cualquier otro deporte. Te pone a prueba siempre, pero te sirve para lograr algo. Si no hay sacrificio, no vale la pena”, señala.
La hazaña contra Brasil y una medalla que será eterna
“Es increíble. Es un sueño estar viviendo este momento. Cuando uno arranca un deporte no se imagina hasta dónde se puede llegar. Pero la vida te va poniendo situaciones y te vas dando cuenta de lo que querés y te esforzas para eso”, expresa Bruno Lima, uno de los tres sanjuaninos que formó parte de la histórica actuación argentina, en voley, en Tokio (los otros dos son Matías Sánchez y Federico Pereyra)
El opuesto rememora aquel choque y victoria (3-2) con Brasil, y cómo fueron los minutos posteriores a la consagración. “Fue un partido increíble. No lo podía creer, me costó caer. Cuando terminó el partido tenía una sensación interna de no saber qué estaba pasando. Nunca había sentido algo así. Era una sensación de placer, de shock. Fue una medalla de bronce, pero para nosotros fue como el oro. Salir terceros fue como salir campeón”, confiesa el jugador, quien además fue el máximo anotador en toda la competencia olímpica.
Obras, la clave de todo
Tres de los cuatro medallistas olímpicos que tuvo San Juan -en 1988 Raúl Quiroga logró el bronce en Seúl- crecieron en la pileta y canchita de Obras Sanitarias, en calle 25 de Mayo, a metros del Estadio Aldo Cantoni, y para Lima “nada es casualidad”. “Hay que recalcar que Obras es una cantera donde salen jugadores para la Selección. Obras es un club donde se respira mucho vóley. Acá se habla solamente de eso, eso es importante. Desde chico estás jugando en la canchita”, dice Lima.
Bruno tenía apenas seis años cuando empezó a dar sus primeros pasos en Obras y le declaró su amor eterno al deporte que había heredado de su papá Sergio. Creció junto a Matías Sánchez, el otro olímpico, quien se transformó en compañero de canchas y compinche en la vida. “Estando acá me acuerdo de los entrenamientos en la escuelita. Pasé mucho tiempo en este club. Los sábados teníamos torneos de mini voley, era algo hermoso. Cuando estás acá te vas preparando psicológicamente para jugar una Liga Nacional, pero nunca te imaginas quizás llegar a unos Juegos Olímpicos y con un amigo. Mati es como un hermano y haberlo vivido juntos a lo de Tokio, fue todo un sueño”, dice el opuesto.
Perlita: el tatuaje olímpico y la copita que fue viral
El rawsino ama los tatuajes. En su brazo tiene varios, pero, en medio de los Juegos Olímpicos, hubo uno en particular que llamó la atención. Se trata de una copa de vino, una imagen que retrata a la perfección sus raíces. “Ese lo tienen también mis hermanos, es una secuencia de una copa de vino”, cuenta.
Ahora, en San Juan y tras el podio en Tokio, sumó otra ilustración corporal. Se trata de la diosa de la victoria que aparece en la medalla de bronce que luce por todos lados.
Fuente: Tiempo de San Juan.