A 40 kilómetros de la capital sanjuanina, en pleno corazón del departamento 25 de Mayo, un grupo de niños se atrevió a formar un equipo nuevo e innovador para su pueblo, que en aquella época respiraba sólo fútbol. De la mano de dos futuros profesores de educación física, Ezequiel Barrera y Emanuel Aracena, empezaron de abajo pero pensando en grande. Entre los jóvenes soñadores estaba Martín Tejada, el chico que más tarde conquistó con su altura y talento al DT de UPCN Vóley, el mismísimo Fabián Armoa.
En el playón del club Cultural Villa Borjas, apodado los «Canarios», el equipo novato de Martín improvisó una canchita para dar comienzo a una nueva ilusión. El voleibolista confiesa que antes de incursionar en una nueva actividad practicó natación, básquet, ciclismo e incluso coqueteó con el fútbol, disciplina que llegó a gustarle mucho. Sin embargo con el vóley se generó una conexión especial, además de descubrir una habilidad innata para con la disciplina. Agrega que nunca antes en su familia hubo un voleibolista.
Los Juegos Evita fue el primer y único desafío que tuvo con sus amigos, porque después vino el salto al Gremial. Con 13 años llegó a Mar del Plata, después de que su equipo «barrió» a potencias locales como Banco Hispano y Ausonia. No conquistaron el podio, pero sí cumplieron otros sueños. «Para nosotros fue lo máximo. Imaginate que entrenamos todo un año para un único torneo, que eran los Evita. Por ahí íbamos a otro departamento a jugar, pero lo hacíamos por hobby», cuenta el protagonista de El Proyecto.
En el playón del club Cultural Villa Borjas, apodado los «Canarios», el equipo novato de Martín improvisó una canchita para dar comienzo a una nueva ilusión. El voleibolista confiesa que antes de incursionar en una nueva actividad practicó natación, básquet, ciclismo e incluso coqueteó con el fútbol, disciplina que llegó a gustarle mucho. Sin embargo con el vóley se generó una conexión especial, además de descubrir una habilidad innata para con la disciplina. Agrega que nunca antes en su familia hubo un voleibolista.
Aquella aventura duró apenas un año. Por insistencia de su tía Martín llegó a la ciudad para probarse en UPCN Vóley, que en aquel tiempo ya era el mejor equipo del país y uno de los mejores del mundo. No se intimidó para nada. Recuerda que en el polideportivo Luján lo recibió Diego Almarcha y que entre sus compañeros de entrenamiento estaban Manu Armoa y Lucas Ibazeta, los otros juveniles que tiene hoy el plantel mayor. «Fue todo nuevo al principio, otro nivel. Yo estaba con todas las ganas de mejorar y de aprovechar la experiencia. Las mismas ganas que tengo ahora», confiesa el opuesto.
La vida de Martín cambió drásticamente. Sentía alegría por ser parte de un club multicampeón, pero también la preocupación por los estudios y los viajes diarios que debía hacer en colectivo. La voluntad y ganas de crecer fueron las claves. «Las inferiores fueron complicadas, sacrificadas también. Metía una hora y media en viaje y sólo de ida. Casi tres horas diarias para entrenar en UPCN. A veces llegaba tarde a casa pero la familia, mi papá Martín y mi mamá Natalia, me esperaba para almorzar. Y después estaba el colegio, que cursaba en la tarde. A veces tenía sueño, otras estaba cansado. Cuando viajaba en colectivo lo que hacía era descansar, no pensaba en otra cosa», expresa.
Después llegaron los premios al esfuerzo. Ganó dos medallas de oro y una de plata en los Juegos Evita, fue campeón del Torneo Apertura tras derrotar 3 a 2 a Banco Hispano. También ganó un Torneo Amistad, organizado por el Club Naútico Sportivo Avellaneda de Rosario, provincia de Santa Fe, al derrotar en la final a Trinitarios de Villa María por 2 a 0.
En 2019, tras la ausencia de Martín Ramos y Nicolás Zerba por el Sudaméricano, Armoa lo convocó por primera vez al equipo profesional. Participó de algunas prácticas como sparring y de un amistoso ante Ateneo en Catamarca. «Fue una felicidad enorme. Yo me juntaba con mis amigos a ver UPCN, íbamos como hinchas al Cantoni cuando la Municipalidad de 25 de Mayo nos regalaba entradas y me sacaba fotos con los jugadores. Y después terminar entrenando con ese equipo fue todo un sueño. Tengo una foto con Armoa también. De locos», cuenta el chico.
La promesa del sureste nunca deja de soñar. Mientras disfruta de su primera pretemporada completa bajo las órdenes de Armoa, a quien le pidió una foto de niño, no deja de ilusionarse con tener su lugar en el plantel más ganador de San Juan. «Me imagino llegando lejos, estando en el equipo de Primera y con el estadio lleno», dice.
FUENTE: Tiempo de San Juan