Lo lleva en la sangre, ama lo que hace y le dedica cada día de su vida. En una especie de herencia familiar que comenzó su abuelo, siguieron sus tíos y continuó él. Guido Riveros ama los deportes, en especial la Educación Física. Por eso, luego de obtener el profesorado, decidió volcar todos sus conocimientos: en escuelas, a niños, adolescentes. A ancianos e incluso a pacientes psiquiátricos.
Con sus 37 años, trabaja en el sector de psiquiatría del Hospital Marcial Quiroga. Allí, sus alumnos lo adoran. Esperan con ansias su llegada. «Por lo que me comentan las enfermeras y las doctoras, piden que no falte. Con todo el tema del covid comencé a ir semana por medio, ahora lo hago dos veces por semana. Cuando llego y me ven, se siente que les gusta. Pongo música y pese a todos sus problemas vuelven un ratito a la vida normal», contó en diálogo con La Excusa Deportiva.
La rutina de tareas se basa especialmente «en intentar reducir todo lo que es el estrés para beneficiar actitudes físicas, la salud y otros cuidados». En promedio, las clases en el Marcial Quiroga suelen estar destinadas a unas 15 personas.
«Me gustaría trabajar dentro del hospital, pero fuera del servicio. Hay tres plazas ahí. El tema es que hay casos estables, donde se puede trabajar con tranquilidad porque me conocen, pero también están los que vienen desde la penitenciaría. Esos vienen con custodio y me dan un poco de miedo porque se escapan y son violentos», señaló.
«La clase es bastante didáctica, trabajamos lo que son articulaciones, se les explica por qué es importante, realizamos trotes, caminatas, sentadillas, escaladas en bancos, abdominales, espinales. Es complejo, siempre adaptándonos al tiempo y espacio con el que contamos», concluyó el profe.