La celebración fue absoluta en el Estadio Nacional de Lima, con la ceremonia de inauguración de los XVIII Juegos Panamericanos, que por primera vez se realizan en Perú, y que se extenderán hasta el domingo 11 de agosto.
En la cuenta regresiva para el comienzo de la fiesta, los últimos 17 segundos fueron empleados para recordar las anteriores sedes de los Panamericanos, que comenzaron en Buenos Aires 1951.
En el escenario se impuso la montaña, de más de 20 metros de alto, donde el mapping combinado con las coreografías fue deleitando a los espectadores. Así, se representó la riqueza cultural de Perú. Sus 49 lenguas, los chasquis, 41 bailarines que simbolizan a las delegaciones y a dioses prehispánicos; las constelaciones estelares (la llama, la más importante), los caballitos de totora y las conchas spondylus (llegó a ser moneda entre distintas culturas).
Luego, la presentación de la canción y mascota oficial dio paso al desfile de las delegaciones. El regatista Javier Conte fue el abanderado de la delegación argentina, la primera en aparecer en escena.
De regreso a los números artísticos, se representaron las regiones del país, el tributo a la Pachamama en Los Andes, el sistema de caminos Inca, el arte peruano, el chamanismo y la yacumama ( madre del agua en quechua). El avance del tiempo llegó a los tejidos, el colonialismo y a actualidad.
En la recta final, llegó el juramento de deportistas y de jueces. Los discursos protocolares y finalmente, el encendido del pebetero. La voleibolista Cecilia Tait, medalla de plata en los Juegos Olímpicos Seúl 1988, tuvo el honor, luego de la representación de como el imperio inca despertaba el poder del sol.
El final estuvo a cargo de Luis Fonsi, quien hizo bailar a todo el estadio.