Una caricia al ego

De todas las cosas hermosas que se ven en Moscú, sin dudas lo que más llama la atención es la Catedral de San Basilio. Dicen que Iván el Terrible, una vez que estuvo terminada, mandó a cegar al arquitecto que la construyó, para que no pudiese reproducir semejante preciosura en ninguna otra edificación. Al entrar en la Plaza Roja desde la estación del metro Okhotny Riad, no importa que tengas al imponente Kremlin a la derecha, o a la iglesia de Kazán y al fastuoso GUM a la izquierda. La atención se desvía incontrolablemente a esa hermosa edificación que se encuentra al lado opuesto de la plaza. El Lechuza no se contiene, y asombrado exclama:

-Uh, mirá lo que es eso!!!

-Vamos! – le dije

En el trayecto de unos 300 metros que nos separaban de nuestro objetivo, como en casi toda Moscú, se encontraban miles de turistas sacándose fotos, socializando, desplegando sus banderas y entonando cursis cánticos futboleros. No queríamos detenernos con nada, y aceleramos el tranco. Una vez ahí, nos quedamos contemplando en silencio tanta hermosura.

En eso estábamos, cuando 2 mujeres con gorrita porta banderas de Rusia nos interrumpieron, atraídas por la camiseta albiceleste que vestía el Lechuza.

-Argentinos? – pregunta quien podría ser la madre de su acompañante.

El Lechuza, incrédulo, responde atento.

-Sí!

Al observar bien a quien podría ser la hija, agrega:

-Pero dispuestos a nacionalizarnos ruso, ucranianos, uzbekos o lo que les resulte más atractivo!

Por supuesto que el comentario no pudo ser interpretado por las mujeres, pero no le resta mérito a la velocidad con la que asumió el rol de depredador.

-Podemos sacar foto? – pregunta la mujer, sin dejarse interferir por las intenciones del Lechuza.

La más joven se ubica entre ambos, y los tres ponemos cara de circunstancia. La madre gatilla una, dos, tres… como diez veces! A cada gatillo, la piba cambia la expresión de la cara, el ángulo de la mirada, adelanta primero una pierna, y después la otra. Hasta que el Lechuza se hincha las pelotas y se separa.

-Muchas gracias!!! – Decía la madre, mientras le entregaba el celular a la hija para que revisara la calidad de las tomas.

-Ah! Hablan español? – pregunto extrañado

-Solo un poquito. – responde la madre, con una entonación suficientemente mala como para que le creamos – Estamos estudiando para visitar Argentina en invierno!

-Ah, mirá qué bien! Y a dónde van? Que van a visitar?

Y la pendeja empezó a enumerar:

-Vamos ir a Calafate, a Cataratas, a Guguy y a Valle de Luna. Después, vamos a Brasil!

-Ahhh. A Brasil también. – exclama sin entusiasmo el Lechuza – Bueno, también tienen que visitar Córdoba!

-Córboda? – pregunta la mayor, frunciendo el ceño.

-COR-DO-BA – se calienta el Lechuza, y para que sea sólo entendible por mí, baja el tono y acelera el ritmo para completar – Córdoba! la concha de tu hermana!

-Ah! Córdoba. OK, ok! – cierra la gringa para complacer.

Nos despedimos, y nos disponemos a seguir contemplando la Catedral. El Lechuza con cara de ocote. Yo, con el pecho más inflado.

 

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